Fracasos I
Usando como punto de partida el simbolismo de la cortina, por su capacidad para esconder o resaltar la realidad, El velo pintado habla de las distintas capas afectivas que se ocultan detrás de nuestra identidad y de los condicionantes que impiden tomar las riendas de nuestra vida y convertirnos en dueñas de nuestro tiempo. “El tiempo que tengo ahora frente a mí (esta ha sido la milagrosa transformación) es material que yo moldeo, no vértigo que me aplasta y lleva a mí”. Carmen Martín Gaite, Cuaderno de todo (2003).
El proyecto, comisariado por Susana Blas, se organiza en dos ambientes, aprovechando los dos niveles arquitectónicos del espacio. En la planta baja se ha situado el estadio social, referido a la vida pública, y que en concreto alude al modo en que viven las mujeres la profesión artística. En esta primera zona destaca la instalación pictórica: Galería de Sororidad (2018-2019) donde se homenajea a las mujeres que generación tras generación reivindican las aportaciones femeninas a la Historia de la humanidad.
En la planta superior nos adentramos en el espacio íntimo de la casa, tejido a partir de condicionantes biográficos y educacionales. Allí, la esfera sentimental se expresa entre el gozo y el dolor. En este segundo estadio puede verse, entre otras piezas, la instalación: Desarraigo (2018): un muro poblado de inquietantes cucarachas, espejo de la violencia que puede generarse en el contexto doméstico. Sin embargo, esta estancia se ha concebido con una atmósfera cálida y acogedora para recibir a las personas que quieran compartir sus experiencias. Con una factura preciosista y distanciada, Paula Noya construye un universo poético en el que anhelos y miedos quieren transformarse en esperanza, apoyándose en la práctica del autoconocimiento y en la energía de la hermandad entre mujeres.
Toda la muestra está dedicada a la memoria de Feli Morán Medina, amiga muy querida de la artista.