Los tres estados de la historia
La historia se hace de silencios en movimiento
Vatiu Nicolás Koralsky
Preludio
Enmudecer el cubo blanco o dejarlo sin palabras. Pausar un espacio. Moverse entre silencios. Silencio, signo que estructura todo lenguaje. Arquitecturas que evocan la necesidad de soportes que sostengan lo no dicho o lo por decir. Adentrarnos en un sitio donde el silencio se vuelve la nota que engendra el sonido de lo que falta.
Primer Movimiento
Descompaginar la lingüística general, despedazando la doctrina positivista que permitiría el prometido progreso. Un manual (descom)puesto sobre sí, que con milimétrica precisión, deja al libro mudo.
Segundo Movimiento
Evocar lo imperceptible haciéndolo aparecer entre lo desaparecido. Volver la ceniza un material del recuerdo. Rastrear en la historia, escrita con mayúsculas y hecha de hitos marcados de progreso e industrialización, las verdades que se esconden en las ideas que la modernidad deificaba como sólidas. En lo que queda de lo sólido encontrarse con una historia vuelta rastro grisáceo que funciona como testimonio volátil. Una historia etérea cuya constitución podría llevársela el viento. En las cenizas está aquello que ya no puede combustionar. Una historia que, con el tiempo, podrá volverse tierra.
Tercer Movimiento
Transformar el interior de un libro en el recipiente de su propio residuo. Dar a ver en su cuerpo abierto lo que queda de las palabras que lo habitaron. Volúmenes que ardieron en su interior volviéndose trazos enmudecidos. Retazos de letras carbonizadas, de lecturas que han sido incendiadas; vueltas cuerpos cremados. Algunas lecturas son capaces de tanta intensidad que queman los cuerpos.
Cuarto Movimiento
Poner en movimiento el soporte de la lectura. Hojas de un libro que levitan como una vela encendida y se agitan suaves en un momento de pausa. La pasividad de la lectura como instante de suspensión del tiempo. Una llama viva que interrumpe hábitos, posibilita el detenimiento y nos hace/pone a flotar en eso que cuentan sus hojas.
Quinto Movimiento
Volver al silencio una materia arquitectónica. Montículos de hojas blancas que amordazan cuerpos de palabras vueltos lenguas. Estructuras que pueden hablarnos de nuestro olvido en el proceder de los materiales que hacen que las cosas sean. Libro [1] y hojas comparten su origen en la palabra corteza de donde fue sustraído el material de fabricación usado en ambas. La celulosa se enciende en contacto con el fuego, algunos libros funcionan como silenciosas llamas que inflaman los cuerpos de los lectores y, muchas veces, son la chispa de la revuelta.
Sexto Movimiento
Aferrar una cuantiosa cantidad de hojas blancas a estructuras de construcción. Producir diálogos espaciales donde el papel es el elemento a sostener. Vuelta una sustancia plástica, la pila de papel se contorsiona. El endeble material acumulado en capas necesita una arquitectura sobre la cual apoyarse. El silencio blanco de las hojas parecería volverse aún más frágil en la robustez de los elementos que lo aguantan. Pilas de páginas inmaculadas que quizás representan lo venidero o las cientos de historias mínimas, minimizadas, que la HISTORIA no cuenta.
Séptimo Movimiento
Contabilizar las silenciosas acciones que se realizan, durante un minuto, entre un ordenador y el servidor. Desglosar el intercambio, volverlo material físico. Códigos ilegibles que se vuelven data. Algoritmos que navegan invisibles y silentes que nos recuerdan el pasaje de la Gran Historia a la Big Data. La historia se compone de datos (datum), los libros se componen de historias. Datum encuentra su raíz en el participio pasivo del verbo dare. Los libros y la Big Data comparten el don como función.
Movimiento de cierre
Dialogar con lo inevitable, aproximarnos al propio silencio. La muerte es quizás eso que no nos atrevemos a nombrar y queremos olvidar que, como espada de Damocles, pende de un hilo sobre nuestras cabezas. Está ahí siempre. Es el silencio infinito, es el color mudo, es el movimiento que hacemos para acercarnos a la quietud más última.
Una exhibición puede ser leída como la ceniza que se esparce para conmemorar la partida de aquel que, en algún momento, será olvido. Esta exhibición ofrece refugios de silencio en un mar agobiante de palabras. Blanco y Ceniza imprime silencios en el espacio-tiempo para hacer posible la experiencia reflexiva Algunos silencios funcionan como un rugido salvaje que pone en suspensión el frenesí de vidas actuales cada vez más anquilosadas en novedades, repletas de distracciones, ataviadas de actividades. El trabajo de Juan Antonio Cerezuela vuelve al hecho de guardar silencio una experiencia activa y necesaria.
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[1] (liber: corteza de la planta para hacer papel)